¿Hay algún mandamiento en la Biblia que obligue al ministro de la Palabra a estudiar en un seminario?

 

Para algunos, el seminario es una pérdida de tiempo. Algunos argumentan: “Mientras los seminaristas están especulando en las aulas, hay almas muriendo en la calle”.

Otros sienten una falta de confianza en las instituciones académicas. Quizá conocen a alguien que ha salido del seminario peor de lo que estaba cuando entró.

Resumen su sentir con el siguiente refrán: «El seminario es un cementerio», queriendo decir que el seminario es un lugar donde la gente va para perder su fe o, por lo menos, para perder su celo por el ministerio.

 

Rescatando la formación académica para el ministerio

¿Qué diremos, pues, frente a estas actitudes y objeciones? Permíteme aclarar que la formación académica en teología no es necesariamente para todo el mundo. No obstante, sí diría que la formación teológica formal es aconsejable, buena, e incluso necesaria por lo menos para aquellos que Dios llama a un ministerio que incluye la docencia bíblica (pastorado, discipulado, consejería, o evangelismo).

El que enseña la Biblia debe ser muy responsable

¿Hay algún mandamiento en la Biblia que obligue al ministro de la Palabra a estudiar en un seminario? Claro que no. No obstante, como en muchas otras áreas de la vida, discernimos la voluntad de Dios para nosotros basándonos en principios que la Biblia nos enseña. Es interesante notar que hay textos bíblicos que sí nos hablan de la necesidad de una preparación sólida para aquellos que ejercerán su ministerio en la enseñanza.

Un texto clave es 2 Timoteo 2:15: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad». Aquí Pablo exhorta al joven Timoteo en cuanto a su labor como predicador y maestro de la Palabra de Dios. Le dice que es un obrero, que tiene que ejercer la diligencia, que tiene que manejar bien las Escrituras. Su ministerio de exposición bíblica no es un juego, y Timoteo no podrá depender solamente de “momentos de iluminación” ni de su sentido de humor para llevarlo a cabo. Sobre todo, Pablo enfatiza que Timoteo tendrá que rendir cuentas por su aportación. Es obrero en el sentido de un artesano que pone su sello sobre su producto. Se hace responsable por su trabajo, y por ello debe buscar la calidad en todo. Timoteo tendrá que interpretar bien y enseñar bien porque el que le prueba y le valora en última instancia es Dios mismo.

¿Qué tiene que ver esto con el seminario? Igual que Timoteo, cualquier persona que se dedica a la docencia bíblica tendrá que rendir cuentas ante Dios por su labor (ver también Stg. 3:1). ¿No vale la pena entonces dedicar un tiempo para recibir formación y así estar mejor preparado para su ministerio? Si quieres ser aprobado por Dios como artesano de la enseñanza de la Palabra, debes hacer todo lo posible por llenar tu caja con las herramientas correctas para poder trabajar con calidad. Una buena formación teológica te proporciona las herramientas necesarias y te adiestra en sus usos.

Para muchos, los años de estudio en el seminario es un tiempo de crecimiento en lo que podríamos llamar un invernadero bíblico, dado que la madurez cristiana tiene un componente intelectual importante. Somos transformados por la renovación de nuestras mentes (Ro. 12:1-2). Nuestro entendimiento de las cosas de Dios (es decir, nuestra teología) determina en gran parte el trayecto de nuestra alabanza, servicio y comportamiento en esta vida. ¿No te gustaría poder apartar un tiempo para leer, meditar, y pensar profundamente sobre la revelación de Dios y sus implicaciones para nuestras vidas? El seminario donde se imparte bien la formación teológica es como un jardín de crecimiento en la fe.

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