La condición pecaminosa de la humanidad nos presenta un dilema: ¿Cómo puede un Dios santo y justo perdonar nuestros pecados?
Si Él nos trata sólo sobre la base de Su justicia, todo ser humano sufriría el castigo eterno de Su ira, que merecen sus pecados. Pero si Él extiende misericordia en lugar de justicia, nadie pagaría la pena por el pecado, y entonces Dios dejaría de ser justo.
Solo había una forma en que el Señor podía permanecer fiel a Su naturaleza y al mismo tiempo perdonar nuestros pecados. La solución fue satisfacer Su justicia derramando Su ira sobre un sustituto. Entonces se pagaría la pena por el pecado, y Él sería libre de extender misericordia a los pecadores.
Este es el único plan que acomoda ambos aspectos de Su naturaleza divina. Así que Cristo vino como nuestro sustituto; Él tomó el castigo por nuestro pecado, permitiéndonos experimentar la misericordia del Padre.
Ahora, al poner fe en Jesús, cualquiera puede ser justificado, es decir, declarado legalmente justo.
El plan de salvación de Dios es lo suficientemente simple para que un niño lo entienda. Sin embargo, al mismo tiempo, las complejidades de la transacción que ocurrió en el Calvario están mucho más allá de la comprensión humana. Aunque es posible que no comprendamos completamente lo que sucedió allí, podemos saber que la cruz es la mayor muestra posible del amor del Señor por nosotros.
¿Puede siquiera imaginar el costo de su salvación? El magnífico plan del Padre y la cooperación voluntaria del Hijo prueban su tremendo valor a los ojos de Dios. Desde Su perspectiva, tú vales todo el dolor y el sufrimiento que fue necesario para asegurar tu presencia eterna con Él en el cielo .